¡Qué invierno este del 08-09!... Nos estamos poniendo
las botas, y los crampones, y los guetres y el piolo y... todos los
instrumentos invernales. No digamos los que hacen cascadas y demás
maravillas.
Mapa con el track del recorrido
Bueno, un viernes, salgo del curro y me voy para Gredos
sin saber si tendría sitio en el refugio. Como soy muy machote tiro "pallá".
Doscientos kilómetros después, me emociono al ver el
montonazo de nieve que hay en la plataforma y la "jartá" de coches
aparcados en la misma. Me calzo las botas y más contento que unas pascuas
comienzo el camino
La calzada presentaba este aspecto. Envidia, ¿eh?
Una maravilla de nieve en perfectas
condiciones para avanzar sin ningún problema y a buen paso
A todo esto, continúo llamando cada pocos minutos al
refugio para ver si tengo sitio o no. Por fin en el último punto con
cobertura, en los Barrerones, coge el teléfono Jorge y me dice que seremos
un montón de personal pero que no hay problema. Respiro aliviado y aprieto
el paso para llegar antes de que oscurezca.
Cena en el refugio con una sopita que levantaba en vilo
y unos filetitos de pechuga que estaban requetebuenos. ¡Como me cuidan
estos chavales!.
Me fijo y veo que la práctica totalidad de mis
compañeros de estancia llevan puesto el plumas. Primero pienso que son
unos exagerados. A los pocos minutos comienzo a tiritar mientras el
personal disfruta de la velada y subo el cuello de mi triste polar.
Después de amenizar la sobremesa con mis castañuelas dentales hago un
acopio generoso de mantas y me voy a la piltra mientras los colegas se
meten en sus mullidos y calientes sacos de plumas. ¡Qué exagerados!.
Sin casi dientes, tras el castañeteo nocturno, salgo
con intención de subir hacia el Venteadero y a ver que sale.
La nieve tiene unas condiciones perfectas y al poco me
calzo los pinchos para más comodidad y seguridad
Al poco me encuentro con una pareja de vitorianos más
majos que las antiguas pesetas y después de dilucidar el mejor camino de
subida al Venteadero tiramos en armoniosa compañía.
Evidentemente hacíamos un trío curioso: Marta subiendo
con tablas, Jose con raquetas y servidor con los pinchos
Así continuamos disfrutando de la subida hasta el
Rellano del Ameal
Las vistas se hacen impresionates
Y el día acompaña sin una sola nube. Solo de ve la
típica calima y niebla al sur.
Comenzamos el último repecho hacia el Venteadero y
decidimos separarnos debido a la fragilidad de las placas heladas bajo la
cual hay nieve en polvo sobre la que se pueden deslizar.
Foto tomada por Jose instantes antes de un pequeño
incidente con su dosis de adrenalina.
Después del sustillo llegamos al Venteadero. Las vistas
sobre Almanzor y Ballesteros invitan a salir corriendo (hacia ellos)
Decidimos encaminarnos hacia Galana aunque mucho me
temo que no va a presentar condiciones óptimas para un servidor.
Abajo queda el Gargantón
Al fondo el risco del Guetre o Güetre. Depende del
mapa.
El paso es precioso y con cautela nos encaminamos hacia
la muesca
Decidimos que la bajada a la muesca y posterior subida
a la cumbre no es para nosotros.
Como premio de consolación, nos encaminamos al
Guetre.
Espectaculares fotos en la cumbre, con la Galana de
telón.
Volvemos al collado donde decidimos separarnos. Marta y
Jose se bajan para almorzar y este ingenuo caminante quiere probar suerte
por el Cuchillar para ver la posibilidad de ir hacia Almanzor.
Abriendo camino entre las quebradas placas intento
buscar el mejor camino
Para evitar las placas y las peores pendientes llego
bajo la Portilla de los Cobardes que aquel día cambió de nombre pasando a
llamarse Portilla del Paco el Cobarde pues simple y ranciamente me acojono
y decido dar marcha atrás.
Desde mi posición veo las chorizadas de subida por la
norte del Almanzor.
Después de un montón de rodeos, vuelvo sobre mis pasos
recordando que más vale malo conocido...
De nuevo en el Venteadero bajo hacia la laguna por la
canal de los Geógrafos viendo posteriormente una procesión de gente que va
y viene sobre el lago helado.
Despedida en el refugio donde huele
a lentejas como para resucitar a los pobladores de un cementerio y tras
renunciar a un plato de ellas me voy hacia la plataforma con la ingenua
esperanza de volver pronto a casa.
Y colorín colorado, la historia de este cobarde
caminante se ha acabado.