| En el hipotético caso de 
		que a alguien se le ocurra de vez en cuando echar un vistazo por esta 
		Web para ver las novedades, seguramente habrá pensado que he estado 
		bastante vago últimamente. A pesar de que no he dejado de salir la 
		mayoría de los sábados, pero mis recorridos han sido, no del "todo a 
		cien" sino a cinco céntimos y esta ha sido mi historia. Con estas líneas no 
		pretendo dar consejos a nadie ni recriminar la actuación médica (aunque 
		podríamos hablar largo y tendido) pero sí me gustaría compartir con el 
		lector mi experiencia para, si es posible, evitar que suceda a otros lo 
		que me sucedió a mi. En el mes de Julio 
		estuve, como en los últimos años, por Gredos disfrutando unos días con 
		mis queridos amigos del Elola. Gracias al genial Jorge pude ver 
		realizado mi sueño de subir al Ameal de Pablo y además hacer el 
		Cuchillar del Cerro de los Huertos (Ameal 
		de Pablo). Aquella tarde, cuando comenzamos a bajar, paramos a 
		descansar un poco, junto a un nevero de los que este generoso año de 
		nieves había dejado y del que salía un generoso torrente de agua. Una 
		barrita y un trago. Jorge cogió agua del torrente. Me dio mucha envidia 
		y le imité. Debo añadir que desde 
		hace muchos años llevo y uso pastillas potabilizadoras. De hecho le dije 
		"espero que no pase nada para una vez que no pongo la pastillita". Aquel 
		día terminó con este aprendiz de montañero muy feliz y durmiendo como un 
		bebé en el refugio. Cuatro días después 
		comencé con síntomas de resfriado, dolor muscular. Lo típico; ya es mala 
		suerte en verano... Después seguí con mucho 
		cansancio, dolor en el bajo vientre, molestias intestinales, la boca 
		llena de llagas que me causaban gran dolor, una sensación rara en los 
		ojos, fiebre y ya no recuerdo qué más síntomas. También comenzó una 
		interminable serie de visitas al médico, análisis clínicos y paseos por 
		Urgencias donde me decían que, según los análisis (leucocitos altos como 
		las deudas en este país y hematíes bajos como el poder adquisitivo, 
		además de otros indicadores que desconozco), tenía infección e 
		inflamación, pero que sin ponerle "nombre y apellidos" no me podían 
		medicar. Adelgacé en pocos días 
		siete kilos, la fiebre iba y venía y el cansancio cada vez era mayor. El 
		resto de síntomas continuaba en mayor o menor medida y francamente 
		empecé a temer lo peor pues el levantarme del sillón para ir al baño o a 
		la cama me costaba más que subir Almanzor a la pata coja.  Mi agonía duró un mes y 
		medio, hasta que después de ligeras mejorías y recaídas la internista 
		del Hospital del Henares decidió hacerme unos análisis con todas las 
		pruebas posibles que existen. Dieciocho tubitos de sangre tuvieron la 
		culpa de que dos semanas después apareciera la causa:
		
		
		Leptospirosis. Una infección producida por una bacteria (Leptospira) 
		transmitida por un mamífero portador. A 2.300 metros de altura 
		solo se me ocurre que el pipí de una cabra o un zorro roba-mochilas 
		pudieran ser los causantes de mi mal. Después del diagnóstico una caja 
		de antibiótico solucionó el problema aunque a día de hoy no he superado 
		totalmente el cansancio y una ecografía ha mostrado daños en los riñones 
		que hace un año no tenía. Podéis pensar que esto 
		son cosas que solo le ocurren a los demás. Un abrazo. |